sábado, 17 de noviembre de 2007

Me lo tomaré a risa...

¡Qué panorama! La situación estaba bien, cambio de empresa, una semanita de vacaciones entre trabajo y trabajo y unas ricas empanadas para despedirme de mis compañeros de trabajo. Tiene buena pinta, ¿no? Pues más bien la tenía.

Semanita de vacaciones:
Oficialmente yo iba a respetar los 15 días laborables para deja mi trabajo. Como yo no trabajaba en proyectos de mi empresa mis jefes(que tanto insisten que no son la empresa, que no son accionistas ni nada por el estilo), frotándose las manos, pensaron lo mejor es que curre la semana que les avisé y que la siguiente me coja las vacaciones que tengo acumuladas. Esto lo deciden entre ellos para ahorrarse el tenerme que pagar los días de vacaciones, ¡qué gran ahorro para la empresa!. Yo avisé que los de la otra empresa no iban a estar muy de acuerdo pero bueno me dijeron que lo dejara en sus manos. Oye, que aunque estaba mentalizado que iba a tener que trabajarlo pues me hice a la idea del descanso.

El viernes, nada más llegar mi jefe le pregunto para asegurarme "Ooooche que si saben que me voy ya que tendré que cerrar temas y despedirme de los andaluces". Y obtengo la siguiente contestación "Hombre, claro, cómo te piensas que somos, están avisados y requeteavisados". Pues a los pocos minutos de escribir mi primer correo recibo la siguiente conestación "Oye, que mejor lo miramos el lunes, ¿ok?". ¿El lunes? ¿Pero no están requeteavisados de que me voy hoy?. Hablo con el jefe y tras hacerme salir del despacho me llama y me dice "Ummmmmm, que si tenías pensado hacer algo la semana que viene pues me da a mí que puedes irlo cancelando... es que como están de trabajo hasta arriba pues quieren que sigas por lo menos unos días... pero vamos, que pienses que seguramente sea toda la semana...". La cuestión es que el jueves a primera hora les envié todo el trabajo que me mandaron y les avisé de que sólo estaba pendiente de lo de Granada y el viernes, aún habiendo hablado con mi jefe de aquí, sólo me mandó una tarea de unos minutos (literal, que se lo envié nada más terminar) y a última hora.

Ricas empanadas de despedida:
El jueves me pongo malo pero como sólo me quedan dos días aguanto toda la jornada esperando trabajo pero nada. Como me voy el viernes, cuando llego de trabajar me bajo a comprar cosas para celebrar la despedida aún encontrándome para el arrastre. Vale, estoy mal del estomago.

Es viernes y me levanto fatal. Llevo varias empanadas, pastelitos, bomobones y zumos pero como yo estoy malo pues me quedo sin probar nada. Es más, el mero hecho de haber tenido que llevar las empanadas dentro del coche porque en el maletero se me iban a estropear fue un suplicio para mí. Como es normal, pues me despido de todos.

Total, al final nada de lo pensado, ni vacaciones, ni comida y encima todavía estoy malo y no voy a poder salir. Va a ser curioso el llegar a trabajar el lunes y ver qué me dice toda la gente de la que me había despedido. Habrá que tomárselo a risa.

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