Viernes, cinco y media de la tarde. Un señor mayor se levanta de la silla y me indica que me siente donde antes estuvo él. Paga. Se pone lenta y melancólicamente el abrigo. Mi peluquero de toda la vida termina de limpiar las tijeras.
Durante unos segundos me mira y dice:
- Ah... me acuerdo de cuando era joven y también tenía un buen pelo.
A lo que el peluquero responde:
- No te creas, a éste tampoco le queda mucho.
viernes, 11 de diciembre de 2009
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